jueves, 12 de agosto de 2010

Un bostezo tranquilo

Un bostezo tranquilo

30 de Julio del 2010

 

      
 

LA LIBERTAD | El discurso de ayer fue lo que se esperaba para constituir uno de despedida: nada de grandes anuncios, promesas de neutralidad electoral y piloto semiautomático de aquí a julio del próximo año. ¿Qué más se le puede pedir a un gobierno con un año de plazo por delante? Como bien dijo Mitterrand, el gobernante debe marcar sus pautas durante el primer año y en los restantes sólo podrá consolidar éstas, así que no esperemos mucho ímpetu de quienes ya están jugando los minutos de descuento.

En todo caso, prefiero un millón de veces discursos anodinos y engorrosos (esto último es por culpa del formato que le impone la Constitución) a muchos horripilantes que escuché otrora...

No había día en que una persona sensata estuviese más inquieta que el 28 de julio bajo el velasquismo, pues ese brutal dictador (un tipo similar a Chávez en resentimiento y populismo, pero con nula capacidad de oratoria y simpatía personal) tenía la costumbre de lanzar sus llamados "goles de media cancha" durante sus discursos patrios y así se anunciaban las mayores estupideces demagógicas de aquella época. La pregunta del día era: "¿Y ahora qué barbaridad anunciará hoy éste?".

Por ejemplo, la tan lamentable estatización de la prensa escrita se dio durante unas Fiestas Patrias.

Velasco era tan, tan necio que cuentan que al no tener listo un "gol de media cancha" para su discurso de julio de 1975 (que fue felizmente su penúltimo mes en el poder), le comunicó al resto del gabinete que iba a nacionalizar la firma yanqui Marcona Mining Company, la que explotaba modélicamente el yacimiento de hierro del mismo nombre que hoy gestiona la china Shougang. El propio general Fernández Maldonado, que era uno de los más rojos del régimen y ocupaba la cartera de Energía y Minas, le replicó que eso no valía la pena, pues la concesión ya estaba a pocos años de caducar y así la mina iba a regresar al Perú sin tener que pasar por indemnizaciones, posibles juicios y un mayor deterioro de las ya tirantes relaciones con EE.UU. Velasco pareció comprender esto y todos sus ministros pensaron que ya había desistido de la iniciativa.

¡Grande fue la sorpresa de éstos cuando Velasco anunció dicha nacionalización en su discurso! Probablemente eso reforzó la idea general en el alto mando de que ya estaba demente y terminó de impulsar el golpe del 29 de agosto siguiente, que estuvo orientado básicamente a evitar su proyecto de atacar a Chile a mediados de setiembre.

Morales Bermúdez no siguió esa infeliz costumbre y sus discursos fueron tan grises como su dictadura. Tal vez su discurso patrio más recordado fue aquel correspondiente a 1977, cuando anunció la convocatoria a una Asamblea Constituyente (de donde salió el mamarracho de la C-79) y a elecciones generales para 1980, acicateado por el masivo y violento paro del 19 de julio anterior. De su sucesor Belaunde ya se dijo todo: hablaba muy líricamente pero era un incompetente de marca mayor que dejó al país en peor estado. Luego llegó el "Aprocalipsis" o la primera administración de García, una hecatombe por donde se le mire, con un discurso patrio que pasó a la historia entre varios bastante velasquistoides que le escuchamos: la estatización de la banca en 1987.

Recuerdo que hacía tanto frío como ahora. Se decía que García andaba muy molesto con el empresariado y la banca, lo que se notó mucho en un mensaje muy agresivo durante una inauguración de la CCP, una entidad cooperativa de crédito. Según cuentan, sólo Carlos Franco -nefasto y resentido ex fundador del Sinamos de Velasco al que hoy Alan ha premiado con el puesto de embajador en Montevideo- y Daniel Carbonetto -un argentino palabrero que vendía empanadas en el centro comercial Risso y al que increíblemente García adoptó como gurú económico- sabían lo que se venía, pues estos cuervos le habían aconsejado la infeliz medida. Como todos saben, García soltó el despropósito y curiosamente esto provocó tal reacción cataclísmica que cambió la agenda política del país, moviéndola hacia el liberalismo -lo que se consolidó en 1992- desde el delirante izquierdismo populista en que había caído en 1968.

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