La cruz, la espada y la PUCP
El otro hecho importante esta semana, además del discurso presidencial, ha sido un comunicado publicado en la página tres del diario El Comercio (27/07/10) en el cual un poco más de 150 personas dan su aval político y religioso al cardenal Cipriani. Semanas atrás, otro comunicado, esta vez firmado por obispos de varios lugares del país, también hacía lo mismo. Estos y otros hechos ratifican que el cardenal está decidido a dar una dura batalla por el control de la PUCP, pero también por construir un frente conservador conducido por el Opus Dei.
El comunicado en mención no solo es, como dicen los firmantes, un gesto de solidaridad, simpatía y desagravio sino también un aval político y religioso a Cipriani por su labor pastoral. Sería bueno que los firmantes lean la sección del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) referida al papel nefasto que tuvo la iglesia ayacuchana, conducida por Cipriani, durante los años de la violencia política, para que concluyan cuán lejos están de la verdad. Cipriani, y hay que recordarlo siempre, fue uno de los pocos obispos que decidieron clavar en la puerta de su iglesia un letrero que decía que ahí no se atendían temas vinculados a los derechos humanos. Por esos mismos años, cuando colaboraba activamente con la dictadura fujimorista y con los militares, dijo que la Coordinadora de los Derechos Humanos era una cojudez.
No hay sorpresas entre quienes firman: militantes del Opus, fujimoristas, dirigentes empresariales, periodistas, dueños de medios, señoras de la alta sociedad, dirigentes apristas y familiares del cardenal, acompañados de unos pocos políticos que se autocalifican de liberales o socialdemócratas. Firma, el presidente del PJ, Javier Villa Stein, quien, cuando menos, debió abstenerse puesto que el contencioso que la PUCP mantiene con Cipriani aún se ventila en los tribunales. Firmar ese comunicado de alguna manera es adelantar opinión.
Avalar el indigno comportamiento de Cipriani en Ayacucho; legitimar su pretensión de intervenir y apoderarse de la PUCP para convertirla en un reducto del Opus Dei; apoyar una pastoral que se fundamenta en un conjunto de valores francamente conservadores y antimodernos; convertirlo en una suerte de héroe nacional y víctima al mismo tiempo de los sectores progresistas; además de ser vergonzoso y reaccionario, es un indicador de que, para los firmantes, la PUCP no es el único objetivo. También lo son los miembros de la CVR, principalmente Salomón Lerner Febres, su informe final y todos aquellos que, de una u otra manera, hemos apoyado esa labor y que defendemos los DDHH y una democracia plural. Lo que se busca es convertir a Cipriani en uno de los voceros, acaso el principal, de un discurso político autoritario y emblema de los sectores más conservadores de este país.
Tampoco es extraño que este comunicado salga a los pocos días de conocerse una nueva y cuestionable (por no decir ilegal) resolución del Tribunal Constitucional (12/07/10), que le ordena al PJ acatar el fallo sobre la PUCP. Lo que busca el TC (y el gobierno) es intervenir en un proceso judicial en marcha para apresurar la entrega de este centro universitario a Cipriani. Dicho en pocas palabras, que la intervención del Opus Dei se produzca durante este gobierno, que le ha dado no solo espacio sino también protección política a este grupo religioso derechista y al propio Cardenal.
Se puede tener discrepancias, como las tengo, con la PUCP; sin embargo, creo que entregar esta universidad a manos del Opus Dei y del señor Cipriani sería una derrota cultural y política y eso es sin duda lo que está buscando este sector. Significaría el triunfo del fundamentalismo y, por lo tanto, del oscurantismo sobre el pensamiento crítico y libre. Pero sería también la derrota de una elite que se niega a ser liberal y que se somete, una vez más, al tutelaje, como diría Sartori, de la cruz y la espada.
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