Aprismo y alanismo
Por Nelson Manrique
Hace un par de semanas escribí que la dirección del Apra le había bajado el dedo a la candidatura de Carlos Roca a la alcaldía de Lima, pero aparentemente éste empezaba a buscar un nuevo posicionamiento dentro de su organización, tomando distancia de la dirección y moviendo un tema muy sensible para los apristas de base –especialmente para los jóvenes– como es la corrupción que caracteriza al actual gobierno. Sostuve, asimismo, que para que Roca pudiera asumir un liderazgo alternativo no necesitaba ser candidato municipal ni menos ganar las elecciones, pues bastaba con que la dirección aprista bloqueara su candidatura para convertirlo en el símbolo del descontento partidario. Esto viene sucediendo.
Como era previsible, la dirección del Apra procedió a retirar su candidatura, pero Roca se negó a acatar esta decisión, argumentando que su nominación es fruto de la voluntad de las bases libremente expresada en unas elecciones internas no cuestionadas por nadie. Añadió más: que el propósito declarado de los que tratan de retirar su candidatura es favorecer por lo bajo la candidatura de Alex Kouri, ante lo cual él rechaza abandonar la contienda para favorecer a "un candidato de la derecha". Desde entonces, la dirección aprista viene tratando de doblegarlo convocándolo una y otra vez a reuniones a las cuales él no asiste, mientras continúa realizando sus tareas de campaña, dentro de lo que la carencia de apoyo partidario le permite. A la legitimidad que le da haber sido democráticamente elegido por las bases, Roca puede añadir, adicionalmente, que la legalidad está de su parte, pues el día 13 el JEE Lima-Centro declaró improcedente el pedido del Apra para retirar su candidatura, sin considerar la voluntad del involucrado.
En estas circunstancias, el domingo 15, Alan García ha terciado en el tema (irónicamente luego de afirmar que él va a mantener la más escrupulosa neutralidad en las elecciones que se avecinan y que no debe participar "ni a favor del Apra") declarando que a él le apena la situación, pero que más pena le daría "que el partido aprista sea sometido a tener 1% en las elecciones". Lo cual, traducido al cristiano, significa que Roca debe retirarse o atenerse a las consecuencias, posición que ya había adelantado la dirección aprista.
Roca está en una disyuntiva decisiva. Si cede –seguramente negociando su rendición– muy poco cambiará en el Apra, y él pasará a ser una anécdota más de la era García. Si decide persistir, podría convertirse en la figura política más expectante del Apra posgobierno alanista. Las condiciones para ello están dadas. Durante los meses pasados he tenido oportunidad de hablar con muchos militantes apristas que me reprochan no distinguir entre "aprismo" y "alanismo", vinculando el primero a Haya y la consecuencia doctrinaria, mientras responsabilizan a García de la corrupción existente y del viraje a la derecha. El pasado 15 tuve oportunidad de volver a oír estos reclamos enérgicamente expresados en una conferencia que me permitió reunirme con peruanos residentes en Madrid. Es evidente que Roca recoge este ánimo, especialmente entre un sector de los jóvenes apristas.
La cuestión tiene una importancia que va más allá de qué va a suceder en las elecciones próximas, pues se trata de definir qué va a ser del Apra durante el próximo quinquenio. Para Alan García, se trata de subordinar al partido a su objetivo de retornar a la presidencia el 2016. A ello responde su decisión de dejar al Apra sin candidato para las elecciones municipales, inclusive si su favorito, Alex Kouri, no puede participar, luego de que el JEE declarara procedentes las tachas contra su candidatura.
En la misma entrevista en que le bajó el dedo a Roca, García ha proclamado públicamente su intención de buscar la reelección para un tercer periodo el 2016, empezando algo prematuramente a vender sus promesas electorales. Las cartas están sobre la mesa y lo que Roca decida durante los próximos días tendrá consecuencias en una u otra dirección.
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